jueves, 29 de octubre de 2015

Duele

Duele,
duele tanto tu ausencia, tu silencio
ese hueco frío de familia.
Duele tanto
y por las noches...
por las noches duele tu falta durante los días,
y yo sola,
ahogada,
paso madrugadas mordiendo la almohada,
callando un llanto inútil...
no me sirve para nada mas que para levantarme con los ojos hinchados,
enormes, tristes, vacíos.
"Don't let me down"
De todas formas aprendí a sonreír,
esta sonrisa cuánto engaña,
como quisiera verte reír
cuando solo de repente te vi partir
sin aviso, sin espera.

Duele,
duele acá,
en el medio del pecho,
como si algo metálico, frío...pesado
me estuviera apretando el corazón,
lo estuviera escurriendo
y sangra...
me sangran las muñecas,
las piernas,
duelen las cicatrices de tu partida,
posadas sobre abandonos ajenos,
duele no tenerte,
no sentirte respirar
así como duele cada vez que mi respiración se acorta,
un anillo me aprieta la garganta y no me deja tragar...
duele comer en frente de tu silla vacía,
salir de casa y ver tu auto estacionado
y se me asfixia la mente en recuerdos
pensé superarlo...que lo había logrado.

Ya no miento,
pero oculto este dolor que no tiene cura,
¿qué sentido tiene mostrar esta angustia?,
hoy nada me devuelve tu vida,
¿y la mía?
prometedora de cosas por venir que no llegan,
a paso lento,
de esfuerzos conducidos al fracaso,
tan lejana a la tuya,
no tengo muchas ganas de seguir usándola,
a veces...no me emociona seguirla,
pero
¿quién dice que de ser así volveré a verte?
Nadie puede asegurarme eso
y me da un fastidio que revolea mi escritorio
y arranca mis cortinas.
Duele seguir solo por poder recordarte,
imaginar tu cara,
tu sonrisa,
tu voz...
me da pánico olvidarlas,
olvidar tus manos únicas también,
no quiero no poder pensarte
¿sentirás? ¿te darás cuenta que te estoy pensando,
que te hablo, te extraño y te lloro todas las noches?
No puedo dormir sin tu besito de las buenas noches,
y aunque vaya a cumplir diecinueve o veinte años
me quedo mirando la puerta,
te espero
ilusa,
espero que vengas a traerme un chocolatito,
me hundas el colchón
me des un besito...y
"mañana nos vemos"

De todo lo que digo,
de  todo lo que escribo
estas palabras son las que mas duelen,
duele escribir llorandote,
que no me leas,
no hay con qué darle,
duele no tenerte y te busco en lugares dónde no volverás,
quisiera un segundo mas que me alcance para abrazarte eternamente,
qué digo...
quiero una eternidad para estar con vos,
mi supuesto inmortal.

Y si un tren me arrastra la vida,
si algo me intoxica,
o si algún día de tanto fumar se me cansan los pulmones,
o se me apaga el cerebro
ojalá nadie llore por mi como yo te lloro cuando duele...
porque si voy a verte,
entonces,
ese es mi mayor deseo...
morir y verte.

martes, 27 de octubre de 2015

Sola en el jardín

Cómo aprecio ver hundirse mis dedos en el colchón de pasto verde,
cómo se mueven llenos de cosquillas,
cómo se refrescan de libertad,
cuánto me gusta sentarme en el jardín, descalza,
y comparar mi piel...
la de mis pies,
con los mismos años atrás,
cuando deshojaba margaritas
pensando si Juan me quería
o no lo hacía.
Me divierto girando en el pasto,
con el pelo suelto
y al parar deseo encontrarme otra vez
con esa chiquita que saltaba entre las flores más lindas del jardín,
tengo que encontrarla ¡encontrarme!
pedirme perdón,
casi la echo a perder ¡casi me echo a perder!
y me tumbo en el pasto fresco del jardín...
ella no va a volver
para abrazarla,
acunarla,
darle la soga,
acompañarla.
Cómo me gusta volver al jardín,
a conversar con las mariposas,
jugar carreras con un colibrí,
dejar que la brisa golpee mi cara
y me sacuda el pelo...
cada vez que me busco yo sola,
sola en el jardín.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Promesas, costumbres argentinas

Desde la cama,
desde que se me despegan los parpados,
mirando el techo,
sintiendo las sábanas,
escuchando el despertador,
la radio...
siento ser sonámbula
oigo promesas.
Al prender la tele,
el clima de esta primavera postergada,
los deportes minados de sangre en las venas,
los espectáculos, realitys,
diseños yankees, mujeres objeto...
¡corte!
...promesas.
Promesas de miradas claras,
de corbatas ajustadas,
de maquillajes MaryKay
promesas divinas,
verdades amargas.
No más violencia,
no pobreza,
no inseguridad...
tomo café,
trago promesas. 
Promesas de manos enclenques,
de mirada desviada, 
de nuevas alternativas...nuevas,
indistintas,
se pasean,
abrazan,
regalan flores a las madres,
caminan todos hacia el mismo destino, 
el mismo sillón,
persuaden,
disimulan...sonríen...
prometen caminando por distintas veredas,
por la gente
o en silla de ruedas.

Madre mata a su hijo,
hijo viola y mata a su madre,
alumno golpea a su maestra,
nos roban,
nos acosan,
nos matan y entregan en la calle...
¿se limitan a las promesas
la buena gente del país?
A veces...es mejor que dejen el tango,
costumbre argentina,
mejor no canten. 

lunes, 19 de octubre de 2015

Ella, árbol amante de todos

Un día habré dormido con un sueño tan largo 
que ni tus besos puedan avivar el letargo.
 Un día estaré sola, como está la montaña
 entre el largo desierto y la mar que la baña.
Alfonsina Storni-Silencio

Tan incompleta como un roble en pleno otoño,
sin color, sin compañía continua...la misma,
sin manos con caricias sinceras
¡y firme!
tan sola y sin hacer nada,
sin buscar nada,
como árboles en el otoño,
besos secos,
pies aferrados al lugar...
lleno de gente, compradores,
chantajeando un lugar en esta tierra que es mi cama...
acompañada en soledad. 
Veo pasar hombres, mujeres, 
amantes sin género, 
pasean por mi piel,
dura como corteza...
siento como me mean como perros callejeros,
haciendo uso de mi...
como un teléfono público,
llaman, me arrancan un gajo y se van,
aman lo frondoso...
no a un roble en el otoño. 

Supuesta soledad
de este árbol sin amor,
¡con amantes sin amor!
no funciona demasiado...
es un placebo para el corazón. 


jueves, 15 de octubre de 2015

De una mujer

Qué es este sentir
que me despeina las ideas,
que me sacude las piernas,
que me eleva.
Qué es amar a una mujer
de la nada, de repente,
que me llena de deseo,
de cuidado...de afecto.
Si me miro al espejo
y grito entre llantos de odio,
de asco...
cómo es esto de amar su cuerpo
tan igual al mío
para ella tan llenísimo de tentaciones,
lo anhelo.
Qué es esto de desconocer lo mío,
lo propio y ajeno a todos,
lo equivocado...lo diferente.
Y en esta hora no me duelen las miradas,
ni los comentarios,
soy inmune, me lo recomendaron...
inmune a otros todos menos a ella...todo,
al ver su boca no puedo serlo,
me puede y debo merecerlo.
Quien de chica fue mi amiga,
hoy me vuelve a ver...
el pasado me trajo esto,
me enamoré de una mujer.
Creo poder amarla,
sanar sus marcas y heridas,
creo y quiero poder besarla.
No niego haber amado a un hombre,
uno solo alguna vez,
y hoy me siento perdida
en un mundo maravilloso
con faroles ilumina mis noches
el camino que me permite crecer,
salir del pozo...
florecer.
La deseo,
me enamoré de una mujer,
mi maravillosa amiga mujer.
Bloqueo los oídos,
reseteo mi mente,
mi corazón es suyo
mujer mía, hermosa,
sorprendente.
Ella tan llena de verdad,
ladrona, me roba mis mentiras,
por eso confieso que me enamoré
y aunque mi corazón late fuerte,
mi cabeza desista
y me sienta confundida,
qué es amar a una mujer,
más que algo que jamás pensé.
Palpitando el miedo
ella me dio un reloj
cuando le pedí un tiempo...
y es toda una experta,
enamorando a esta también mujer,
débil, sola...ingenua.

sábado, 10 de octubre de 2015

Poesía al cobarde

Trenes poblados,
vías vacías...
no me dejen partir todavía.

Cielos inmensos,
nubes formadas...
permítanme verme del todo clara.

Mentiras tan ciertas,
verdades ocultas...
es una farsa hacerse la culta.

Mochilas pesadas,
valija cargada...
una mujer dice que esta embarazada.

Juguetes rotos,
canciones de cuna...
una niña nace, bebé inoportuna.

Ventanas cerradas,
el amor se escapa...
nunca tuvo su visita inesperada.

Golpes tan fuertes,
falso carisma...
tu niña no puede quererse a sí misma
.

Tus ojos

Verte me hunde el mundo,
me sumerge en un océano de lágrimas,
con peces violinistas y  cual ballena me pesan los pasos...
me cuesta caminar...me cuesta respirar,
ahogada de tus ojos que me ignoran,
que me marchitan.

Desde que te aparté de mi
y te acercaste a ella...
¡yo te acerqué a ella!
Alta, flaca, rubia,
callada, sumisa,
inteligente...
espléndida...
¿y yo?
tan perdida y adicta a todo...
tan llena de discusiones,
caprichosa y confundida,
desalineada...desubicada.

No deseo con las mismas fuerzas cruzarte por la calle,
ya no me miras a los ojos,
marrones tus ojos,
redondos...movedizos
y los sigo y me pierdo...
las agujas del reloj pasan lentas cuando los miro...
no se encuentran con los míos...
me aborta la felicidad,
la plenitud...la soledad querida,
preciada.

Yo lo sé,
tus ojos me dicen sin mirarme fijamente
que te doy pena,
pero me subestimas...
sin vos estoy bien,
sin verte voy bien...
pero te cruzas en mi andar,
de su mano,
con tus ojos en sus ojos,
su mirada tan limpia de penas,
y yo...
yo no tengo otros ojos que mirar,
ninguno me impresiona,
son miradas duras,
transparentes...enlatadas
y tus ojos me parecen libres,
ya no quiero mirar otros.




lunes, 5 de octubre de 2015

Flores para mi muerte (cuento)

   -Tres veinticinco...gracias.
   Encontré un asiento. El señor que viajaba a mi lado leía lo que iba escribiendo, pero no comprendía más que todo el desvelo que llevaba. Estaba sin dormir hacía cinco días, podía verse a través de mis ojeras, mis ojos rojos, mis palabras confundidas y mezcladas...los movimientos lentos. Con verme se notaba, no era necesario leer mis penas. Me enojé, guardé mi cuadernillo deshojado y manchado, desprolijo pero sincero. Al señor no le importó mi enojo, no me preguntó si me molestó algo y eso me fastidió más. Yo estaba acostumbrada a que me preguntaran cómo me sentía todo el tiempo, que esten pendientes de mí, era consentida y mal llevada. Me convencí de que ese enojo se debía a que mis medias se caían, mis medias rayadas y favoritas que se estiraron cuando fueron usadas por mi prima. Noté qué estúpido era no reconocer que me enojé con un desconocido por leerme y más lo era echarle la culpa a un par de medias con agujeros en los dedos. Entonces, volví a sacar mi cauderno y escribí "usted es un viejo de mierda". El señor leyó, sonrió y siguió mirando. No lo enojó...no le importó. Otra vez, como acostumbraba, me sentí ignorada. Sólo lo sentía. Cambié mi enojo por angustia. Me preguntaba por qué no le importaba a este señor lo que le escribí y supuse que tampoco le importaba lo que sentía...entonces seguí escribiendo. 
   Quería irme y morir, o las dos cosas. Si me moría me iría, pero si me iba no necesariamente me moriría. Dependía todo de lo que haga primero, si me iba ya no iba a tener tantas ganas de morir...y yo quería hacerlo. Quizá tenía que irme y morir lento. Ese sería el plan. Lo estaba pensando demasiado por alguna razón. 
   Cuando me bajaba del 44 me gustaba bordear el cementerio de Chacarita, ahora rodeado de puestos donde ofrecían flores para los muertos. Uno atrás de otro, como vendedores ambulantes desesperados en el tren. La diferencia era que yo compraba siempre en el tren, lo que sea, hasta alfajores que jamás iba a comer, pero las flores eran para los muertos y yo todavía estaba viva. Otra vez esa ridiculez de enojarme con personas que no me conocían, pero me molestaban refregándome cosas por la cara que todavía no tendría que tener...todavía, que no había muerto. 
   Habían pasado dos meses desde ese día. Seguía viva, un poco menos, pero viva en fin. Seguía el mismo recorrido, la misma rutina.
   -Tres veinticinco...gracias. 
   Me senté, saqué mi cuaderno, miré a mi lado...el señor, el mismo de la última vez, el que me leía, él...con una barba un tanto más larga y sucia que la última vez. Me cambié de lugar y volvió a sentarse a mi lado. Ya no había otro lugar vacío. 
   -Yo puedo ayudarte a morir si vos me ayudas a volver a la cárcel.
   No entendí, pero el señor recordaba lo que yo escribí en el cuaderno aquella mañana. 
   -Yo no escribí eso.
   -Si, lo leí.
   -No escribí eso.
   -Lo leí de tus ojos. Sé darme cuenta cuando alguien desprecia la vida, lo pasé y lo reconozco ¿Sigo siendo un viejo de mierda?
Extraño se sentía que alguien entendiera lo que uno dice con palabras ocultas. No escribía que quería morirme, que me apasionaba la idea. -Dejame ir a la cárcel, dejame ayudarte. Me asuste, es lo que recuerdo. Sentí un dolor en el pecho, muy fuerte. Escuche gritos. No veía nada. En un abrir y cerrar los ojos estaba en la parada del colectivo, esperando, estaban demorados. Otra vez estaba sin dormir, supuse que me dormí parada y tuve un sueño extraño. Me sentí perdida, pero estaba convencida de que fue un sueño. Subí, el chofer no me cobro. Viaje parada y apretada, pero no me molestaba. Llegando al cementerio de Chacarita noto mucha gente horrorizada, un patrullero, algo tapado. Esquive gente, deseaba llegar a la estación para tomar el tren como nunca. Las personas me molestaban cuando estaban todas juntas en el medio del camino. Me di cuenta que había pasado algo, pero no me interesaba, me enojé con toda esa gente desconocida como siempre. Cuando pude escapar del tumulto, antes de cruzar la calle me llamo la atención que nadie me ofreció flores. Alcance mi vista hacia atrás, encontré el patrullero con un sujeto feliz sentado en la parte trasera. Las personas lo insultaban los policías lo vigilaban. Pude ver su cara, era él, el señor que me leía, el que había encontrado en mi sueño. Me desesperé, sentí como mis piernas se debilitaban. Miré mis pies, se movían, y al mirarme me vi lastimada, algo sangraba pero no dolía. No entendía que pasaba. Giré hacia donde estaba la gente y una fuerte brisa levantó la manta blanca que tapaba algo en el suelo. Ahí estaba yo, estaba muerta. Me lancé al piso y comencé a llorar. Nadie me ayudaba, nadie me contenía, nadie se daba cuenta que en realidad estaba viva. Nadie me veía. Yo quería estar muerta y él quería estar preso. Los dos logramos lo nuestro. Era el momento de empezar otra vida, otra muerte, era lo mismo. Todos los días me llevaba flores a mi lapida, flores amarillas y robadas de las que ya nadie me ofrecía.